domingo, 17 de marzo de 2013

Ojalá fuera verdad...


Lamento informar, queridos amigos, que el cisne no canta cuando llega el momento de su muerte, ni nunca en la vida, dado que sólo sabe graznar. Me quedó este tema picando desde el Aula Socrática de febrero. Investigué un poquito, y se trata de un error, pero no es un error de Leonardo. Lo interesante del asunto es que es un error muy antiguo, tiene por lo menos 2400 años. Platón, destacadísimo filósofo griego, lo pone en boca de Sócrates en uno de sus diálogos. Seguramente ya era habitual en su época. En algún punto se transformó en un calificativo para referirse a lo último que hace un hombre antes de morir, su última gran obra. A veces la usan los conspiradores para referirse a lo último que hace su futura víctima.  Probablemente se haya tomado de algún poeta, que transfiguró la belleza y elegancia del ave -es hermoso verlos nadar en la laguna del campo, realmente parecen naves tolkinianas-, en un canto de una hermosura inigualable conectada con uno de los momentos más difíciles e inevitables de la existencia, no lo sé todavía. Que increíble es que esta idea, esta imágen del cisne cantando su más bella y nostálgica canción, haya podido perdurar por los siglos, transformándose en un lugar común de nuestra cultura, cargada de evocaciones como las muchas que surgieron en nuestra charla de febrero. La verdad es que lamento que no sea cierto, porque es tan romántica la historia y tan hermosa la imagen que preferiría que fuera verdad.

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